sábado, 26 de febrero de 2011

Sábados en Sanje

Cuando yo era niña, el mejor día de la semana era el sábado. Era el día que íbamos a comer a casa de mis abuelos maternos, en San Jerónimo, o Sanje pa'los cuates.
Al llegar frente al portón, el claxon tocaba tres veces: ¡tatata tatata tatataaa! y ahí empezaba la diversión.

Al llegar, lo primero era ir a la biblioteca a saludar a mi abuelito Aquín, si llegábamos temprano; si ya era un poquito más tarde, ya lo encontrábamos tequilita en mano, junto a la mesa de la botana: chicharrón, salsita, queso oaxaca, jamón endiablado con galletitas, aceitunas, papas fritas...

Cuando éramos más chiquitos, nos metíamos a la alberca antes de comer, mi abuelo y mi papá, con los tíos grandes, tomaban su tequila sentados en los escalones de la alberca mientras los niños jugábamos en ella.

Llegada la hora de la comida, había dos posibilidades, comer adentro o afuera, adentro en la mesa del comedor cabían todos los tíos y algunos de nosotros, cuando todavía no éramos tantos. Afuera había dos (luego 3) mesas redondas, en las que no siempre cabíamos todos, entonces los niños con nuestro plato nos íbamos a comer por ahí: en las escaleras, en la orilla de la alberca, en el pastito, o sobre un león que alguien le regaló a mis abuelitos. Ese león era una imitación de un león chac-mol (o eso me parecía a mí) maya o azteca o algo, con un hoyo grande en el centro del lomo como para hacer sacrificios humanos a los dioses... pero con gran utilidad práctica si querías sentarte en él con un plato en las piernas.

En la casa de atrás vivía Raji, un león verdadero, al que oíamos rugir, especialmente en la noche cuando nos quedábamos a dormir... podría habernos asustado, pero lo conocíamos por la ventana y lo veíamos pacífico y tranquilo... hasta que mordió a no sé quien, creo que el jardinero de esa casa, y se lo llevaron.

Una de las mayores diversiones, por las prisas y carreras, era correr a ver el tren pasar. Lo oíamos silbar y alguien gritaba: ¡El tren! ¡Vamos! ¡Corre! Y había que cargar a los primos bebés, tomar de la mano a los chiquitos y todos corríamos escaleras arriba para asomarnos por una ventana, la misma por la que veíamos a Raji, a ver el tren pasar.

Al terminar la comida, mi querido Aquín nos llamaba y nos decía "A ver si eres buen detéctif" (así lo pronunciaba) y nos pedía algo de su biblioteca, generalmente chocolates que había escondido por ahí, o un artículo del periódico, o sus lentes, o las tijeras, o cualquier cosa que pudiera premiar con un chocolatito cuando eras buen detéctif. Lo mejor de la biblioteca era el baúl, un gran baúl de madera, que olía delicioso, en el que guardaba algunas botellas como la de rompope o anís, pero sobre todo dulces y chocolates no faltaban.

Las sobremesas eran largas y divertidas, los niños nos íbamos a jugar por ahí, en el jardín, en el frontón (ideal para patinar), los columpios... y también con los cojines de los sillones de la sala, que habían sido cambiados y se quedaron los viejos para que jugáramos arriba. Era una casa tan grande que había mucho por hacer.
Cuando mis tíos chicos todavía vivían ahí, y yo no era ya tan chiquita, confieso que me metía a sus cuartos a ver qué había, eso sí, nunca abrí cajones ni closets, pero era divertido andar por ahí, leer algunos cuentos y revistas, poner sus discos, escribir en el pizarrón del cuarto de los chicos, ver las fotos...

No había para aburrirte, y lo mejor era el ambiente en esa casa, todo mundo era bienvenido, cuando fuera, a la hora que fuera y con quien llegaras, podías llevar amigas sin preguntar, podías ir en fachas, entrar y salir y subir y bajar, casi todo estaba permitido. Me encantaba convivir con mis tíos, con sus novias, con sus amigos, observar y aprender.
Me sentía libre, querida, bienvenida.

Gracias Aquín y Pita por esa casa, por esos sábados, por esa familia y ese amor. Gracias a mis tíos y primos por crecer conmigo, por enseñarme valores, por tantas horas de juego y diversión. Gracias a la vida, pero sobre todo, gracias a Dios por haberme puesto en esa familia grande y generosa.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Yo no soy feminista.

¿Y cómo podría serlo si soy mamá de niños?

Pero ésto viene de más atrás, nunca he sido feminista en el sentido exagerado y exasperante en el que lo son algunas. Tampoco soy machista, cabe aclarar.

Ante los ojos de Dios, todos tenemos el mismo valor, y como ser humano yo creo realmente que también, nadie puede ser mejor que otro sólo por su sexo.

Creo que hombres y mujeres debemos tener los mismos derechos (y obligaciones, en estos tiempos todos hablan de sus derechos y nadie de sus obligaciones) ante la ley, ante la vida, tener acceso a las mismas oportunidades, tener el mismo valor ante los demás. Pero es cierto que, siendo iguales, somos diferentes afortunadamente. También creo que dentro de las características físicas y mentales que tenemos de acuerdo a nuestro sexo, cada individuo tiene sus propios talentos, sus gustos y forma de ser, y gracias a toda esta diversidad es que podemos funcionar como sociedad.

No es posible pensar que alguien, sólo por ser mujer, es mejor que un hombre sólo por ser hombre... Ahora que tan de moda está lo de la equidad de género, me asusta pensar en que haya mujeres en puestos públicos o directivos sólo por ser mujeres, para cubrir la cuota, por el qué dirán, el puesto debe ser de quien sea el mejor candidato para el mismo por su experiencia, sus conocimientos, sus habilidades, no por su sexo. Y eso sí, con el mismo sueldo y las mismas responsabilidades en un caso que en el otro.

¡De ninguna manera puedo decir a mis hijos que las mujeres son mejores que ellos o merecen más sólo por serlo!

No cabe duda que muchas mujeres han luchado por nuestros derechos, y es algo que tenía que hacerse y se agradece, pero no hay que llegar al otro extremo. Hay que conseguir igualdad de trato, de oportunidades, de derechos, de reconocimiento, mas no por eso menospreciar al hombre.

Me parecen odiosos los anuncios del Inegi que con el último censo somos no sé cuantas mujeres más que hombres en México (no es novedad) y el tono que les dan como si eso fuera un logro de alguien, como si fuera algo para celebrar... la naturaleza es así, siempre lo ha sido por alguna extraña razón, y finalmente, ¿qué más da?

Este país siempre ha sido machista, cosa que curiosamente, las mujeres han fomentado durante años dando una educación diferente a las niñas que a los niños, a nosotras nos toca cambiar esto, pero no llevarlo al opuesto.

La sociedad nos necesita a todos, hombres y mujeres, trabajando juntos. Hombro con hombro, sumando, complementándonos en todos los sentidos, respetando al otro y reconociendo a quien hace bien las cosas, sea hombre o mujer.

A mí, me encanta ser mujer, y me encanta ser mamá de hombres.

martes, 22 de febrero de 2011

Los Abuelos

Hoy en el kinder celebramos el día de los abuelos. Primero hubo una misa, luego los niños les cantaron y bailaron a sus abuelitos.

Gracias a que soy vocal, pude presenciar esta fiesta, y vaya que lo es, entre abuelos y nietos. Tanto a los unos como a los otros les brillan los ojos y la sonrisa aflora al descubrirse entre la multitud de niños y abuelos, unos y otros se dicen hola con la mano, se gritan, cruzan miradas de complicidad y alegría.

Los niños disfrutan enormemente tener la atención de sus adultos queridos, los abuelos festejan cada gesto, cada baile, cada canción.
Con lágrimas en los ojos estos abuelos celebran la vida, la suya y la de sus nietos, y yo pensaba en la gran bendición que tienen mis hijos de tener a sus 4 abuelos vivos y presentes en su vida.
¡Qué importantes son los abuelos! Son la raiz de la familia, el hilo conductor del pasado al presente, fuente de amor incondicional, de juego, de consejos, de chistes y canciones, de historias y cuentos, de pequeños y grandes regalos, de risas y conocimientos.

Se dice mucho que los abuelos están para consentir, pero no sólo. También están para ayudar a educar, para guiar. Muchas veces consiguen de un nieto lo que un padre no, o dan en el clavo a la hora de consultarles algo, bendita sabiduría han ido consiguiendo...

Yo también tuve la suerte de conocer y querer a mis 4 abuelos, y de vivir diferentes experiencias con ellos y agradezco a Dios por cada uno de ellos.

Hay un lazo especial entre abuelos y nietos, no cabe duda, y hoy nuevamente lo viví. Es la vida que se abraza en los extremos en un círculo sin fin.

Doy gracias a Dios por los abuelos, los míos y los de mis hijos, y por todos los demás también.

lunes, 21 de febrero de 2011

La primerA vez

¿De qué hablar? ¿Por dónde empiezo?
¿Entraré en el tema así sin más o mejor doy una pequeña introducción?
Hablar en primera persona, o narrar algo, escribir mucho o poco, tratar los temas con mucha seriedad o no tanta... y sobre todo, ¿de qué escribir esta primerA vez?

He decidido que escribiré cada vez como salga, como se pueda, como lo sienta, pero finalmente empezaré por decir que me encanta el idioma español y toda su riqueza, simplemente el poder tener un verbo para decir "ser" y otro "estar" nos da toda una gama de posibilidades, soy feliz o estoy feliz.

Una de las cosas que más disfruto en la vida es leer, leer un buen libro, de esos que te tienen "picado" y que necesitas urgentemente seguir leyendo para saber qué pasó. Los que más me gustan son las novelas modernas, sobre todo si entre la ficción nos retratan una época, sin ser demasiado "históricas", es una buena manera de aprender. También me gusta leer cosas que me hagan pensar, filosofar, hacerme preguntas de esas que te dan vueltas en la cabeza hasta que logras tener una respuesta más o menos satisfactoria, o que te dan tema de conversación con alguien más. Y a partir de la creación de este blog, ya compartiré con ustedes algunas de estas reflexiones que continuamente ocupan mi cerebro.

Cuando estaba en 5° ó 6° de prepa, teníamos una maestra de Literatura Universal que nos hacía escribir en unos cuantos renglones y sin repetir ninguna palabra, un resumen de alguna lectura. Este ejercicio aunque a veces no era fácil, me resultaba divertido pues me obligaba a pensar en sinónimos y maneras diferentes de decir lo mismo, sin ser repetitiva. No intentaré hacerlo aquí pues son muchos más renglones que los que escribíamos en esas tareas, pero sí procuraré ir mejorando mi estilo y la manera de comunicarme con ustedes que tan amablemente me están leyendo.

Soy fanática de la ortografía, me brincan las faltas y lo mal escrito, me gustaría ser correctora de estilo o miss de redacción... pero ultimamente lo que más me saca ronchas es que se use el adverbio "primer" en masculino con un sustantivo femenino.
De un tiempo para acá, la gente ha dado en decir cosas como "primer canción", "primer vez"... y ¡hasta en los medios de comunicación escritos o hablados lo usan!

¿Por qué se ha olvidado la existencia de la palabra primerA? ¿Alguno de ustedes ha hecho la "primer comunión"? ¡No! ¡Es la PrimerA Comunión!
Primera vez, primera llamada, primera escuela, primera canción, primera amiga, primera en llegar... no dices "fuí la primer en llegar", dices fui la primerA en llegar.

Hay modismos en los idiomas, palabras nuevas que se van usando, pero no olvidemos la concordancia de género en adjetivos y sustantivos.

No quería que esto fuera un sermón, pero sí les comparto mi rechazo hacia estas aberraciones que poco a poco van tomando lugar en nuestro idioma, y les pido por favor lo piensen.

Por hoy es todo, lamento que este primer blog no sea especialmente divertido, pero ténganme paciencia y verán que pronto serán más interesantes mis escritos, hay que aceitar los engranajes y limpiar el óxido mental.

Gracias.