lunes, 21 de marzo de 2011

De la vida y de la muerte.

El cuerpo humano no está hecho para vivir más de ochenta y tantos o noventa años ya como mucho, es algo tan efímero que por ahí de los 40 empezamos a tener canas, arrugas, y pequeños achaques. Más o menos la mitad de nuestra vida la pasamos corrigiendo y arreglando desperfectos pequeños o grandes de nuestro cuerpo que ya no funciona como antes.

Los avances de la medicina nos permiten vivir muchos años más de lo que se vivía antes, o más claro aún, de lo que se vive en países con menos facilidades médicas, pero muchas veces estos últimos años robados a la muerte, los pasamos entre tubos, oxígeno, enfermeras, hospitales, cientos de medicinas, dolores, fuertes complicaciones y sustos más o menos frecuentes. ¿Qué calidad de vida es ésta? ¿Por qué tenemos tanto miedo a morir? ¿Por qué queremos que nuestros seres queridos sigan aquí junto a nosotros a costa de todo? Si tanto los amamos, ¿no es mejor dejarlos ir en paz y no torturarlos (y torturarnos) con años de agonía?

Es muy difícil saber poner una raya, un hasta aquí. Es más difícil despedirnos "para siempre" de alguien querido, pero si creemos en Dios y en una vida eterna, debemos confiar en que nos volveremos a ver, y en que esa persona que amamos estará mejor en los brazos de quien es Amor infinito.

Me pregunto cuántas veces pisamos los terrenos de Dios, ¿en verdad El determina el momento de nuestra muerte? ¿O simplemente, como todo lo ve y todo lo sabe, como el tiempo no es para Dios lo que es para nosotros, El sabe de antemano en qué momento y cómo vamos a morir? Esto es una pregunta puramente filosófica.

Si llegas a muy viejo y estás bien de la cabeza, debe ser muy difícil ir dándote cuenta de que no eres el que eras, de que todo te falla y todo te duele, de que pierdes día a día tus capacidades físicas, además de que te vas quedando solo pues tus contemporáneos se mueren uno a uno... y  si no estás bien de la cabeza, peor, porque entonces todos sufren por tí, porque perder capacidades mentales, para mí, es como ir poco a poco dejando de ser persona, es perder lo que te hace ser quien eres, sumergirte en un mundo desconocido que seguramente da miedo, desconcierto. ¡Pido a Dios nos libre de ésto!

Yo, la verdad, preferiría no vivir tantísimos años, pero si así me va a tocar, intentaré copiar la esperanza, la fe y lo positiva de mi querida Pita, mi abuelita que todavía hoy tenemos por aquí rezando por cada uno de los muchos que somos, y enseñándonos a vivir de cara a Dios, aceptando lo que El ha dispuesto para ella, mientras pacientemente espera el momento en que irá al encuentro de su querido Joaquín y de ese Dios que la premiará por su gran bondad.

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